Diría que han sido cientos y cientos las ocasiones que esos
soniquetes se han repetido en duchas, viajes, trabajo, lavar y marcar el coche
y copas entre amigos.
No me cansaré de repetir que esas canciones forman parte de nuestra banda sonora particular. Las hemos tenido cerca en los buenos momentos y aún más cerquita y mejor, en los malos.
No me cansaré de repetir que esas canciones forman parte de nuestra banda sonora particular. Las hemos tenido cerca en los buenos momentos y aún más cerquita y mejor, en los malos.
En la actualidad, las partituras han cambiado. El
encabezamiento ya no imprime como autor un grupo de nombre Desván del Duende.
Todos sus componentes menos uno, o si se quiere uno menos todos, han tomado o
han querido tomar caminos diferentes.
Ese grupo hoy, se denomina Diván du Don. Sólo cambia una
pieza, quizás la más llamativa en cualquier formación musical. Su voz
principal, es ahora la de un granaino “descarao”, cuya voz tiene por timbre
alegría.
No lo conozco personalmente; tiempo habrá; pero me basta ese
dicho popular de “dime con quién andas…” para darle la bienvenida a esa pequeña
colección que tengo de gente a la que aprecio.
Ahora ojeo ese primer disco que por fin puedo tocar y
después de escucharlo una y cien veces y fiel a mis costumbres de frustrado crítico
musical, esta vez debo opinar y opino sólo una cosa:
Aquellos que un día hace siete años consiguieron que un
rockero y heavy servidor palmeara una valla de separación de escenario al ritmo
de sus músicas, han conseguido con este trabajo que añada a esos palmeos, un
movimiento de pies que sin llegar a ser baile, siga compases de guitarras,
cajones y platillos. Y hasta ahí puedo leer.
Los que me conocen, que son pocos pero buenos, saben de lo
que hablo.
Diría que es una especie de regreso al futuro en forma de un
disco que lo único que puede y debe dejar frío, son las cervezas, refrescos o
copas que ya apetecen con estos calores que nos comienzan a abochornar.
No me voy a extender más, de momento, porque esta historia
seguro que tendrá muchos capítulos. Únicamente diré que con esta gente, regresa
el genio, la alegría, el buen rollito y ese arte que tienen algunas personas,
algunos artistas, de inyectar por vena un positivismo cuya adicción debería ser
la única aconsejable y permitida.